La Renga - Velódromo de Montevideo - 15/09


Viernes 2:25 PM. La sensación de sentir que ya me fui, que ya nada importa en la ciudad, es indescriptible. Como diría mi buen amigo Gustavo F. Napoli, voy a salir de esta ciudad, no da para mas esta historia. Esa sensación de que ya nada importa y relajarme a esperar a que pasen las horas. Saber que faltan sólo 4hs. es relajante. Y lo repito solamente porque estoy tratando de hacer algo que se que no voy a lograr: transmitir esas ganas de irme.
Llego tarde a la estación de Buquebús (Como era de esperarse), compro el Olé y entre mensajitos de texto y llamados de despedida, busco un lugar para sentarme y disfrutar de las próximas tres horas de viaje. Pero no! pasados los 45 minutos y después de la lectura de medio diario, me bajo para subir al micro de Colonia a Montevideo y, como a los nenes chiquitos, disponen que tenemos que dormir, apagando la luz.
Es muy extraño pensar que después de 45 minutos de viaje, estoy en otro país. Aunque en realidad, no lo parezca. Miro a mi izquierda y me recibe un cartel rojo con letras blancas de Toribio Achaval. Miro a la derecha y veo la globalización en su máxima expresión con una Estación de Servicio de Petrobras y los pequeños placeres de McDonald's a 40p y me pregunto. ¿Habré tomado el barco correcto?
Final del Recorrido: Estación tres cruces, bajo y empiezo a caminar como si fuera un experto en la ciudad, dado que, fiel a mi estilo, miré 3 mapas de Montevideo para saber donde ubicarme pero así y todo, decido que lo mejor, a esa altura de la noche, es tomarse un taxi.
Llego al Hotel Hispano; desde afuera no dice mucho, pero se que lo importante es lo de adentro, o lo de afuera, mejor dicho.
Dejo las valijas, check-in de por medio y ya se empieza a palpitar el recital con la guitarra de por medio; eso que no dejó de sonar ni un solo minuto desde que pisamos tierras orientales. Salimos a recorrer la noche uruguaya, pero salimos con el horario argentino: 4 AM, nadie nos avisó que allá todo termina a las 6 AM y tuvimos que luchar para poder conseguir algún lugar para disfrutar de la noche.
Sabado 10:30 AM, maldición, sigue la lluvia y encima nos perdimos el desayuno, no importa, sigo durmiendo. Ahora si. Domingo 6 PM, horario ideal para salir a comprar un Yogurt y merendar hasta la hora del recital.
El recital! por momentos parece una mera excusa para alejarse de la ciudad, la principal atracción del viaje, ya no es ir al recital, pero lo sigue siendo. Sigue siendo conocer gente, estar con amigos y decir, que en un momento del 2007, yo me fui a otro lado, solo, aunque sabemos que cuando se apaguen las luces y escuchemos los primeros rasgueos de la Gibson V Firebird del Chizzo será suficiente para que a todos se nos ponga la piel de gallina.
Nos ponemos la ropa de guerra (Por si no les dije, llovió toda la tarde): Remera de La Renga, pantalones cortos y zapatillas. Entrada en la mano y a caminar. Las cuadras parecen interminables, el Velódromo queda exactamente en la otra punta de la ciudad y a pesar de los arduos intentos por encontrarnos con los otros argentinos que vienen a ver el recital, somos nosotros tres, caminando y discutiendo sobre el tema apertura del recital: Panic Show, Almohada de Piedra, etc. Que yo quiero que toque La Nave del Olvido, que yo quiero el popurri de canciones, que no, que si. Miramos el reloj y vemos que son las 9 PM, el show está a punto de empezar, y nosotros ahi, todavia a un puñado de cuadras de sentirnos vivos por al menos, un puñado de horas. Empezamos a escuchar gritos y sentimos que se nos cae el mundo a pedazos; nos empezamos a preocupar; la adrenalina nos gana y empezamos a correr desesperados paraa llegar al Velódromo. Cuando estamos entrando sucede el efecto mágico de quedar todos encegecidos con la luz de la luna que se apiada de nosotros y aleja esas nubes tormentosas al menos por los próximos 180 minutos de puro Rock & Roll.
Nos posicionamos, intentamos no mirar todo el barro que se empieza a trepar por nuestras piernas, pero el caminar se hace casi imposible; ya nadie le presta atención ni al frio, ni al barro ni a nada. Las banderas se agitan y la gente grita como si fuera la primera vez, como si no los hubieramos visto nunca.
Empieza el punteo en LA y de golpe y sin que nadie se de cuenta, MI Mayor hace su entrada para saltar y gritar con Oscuro Diamante; ya no importa más nada, ni las zapatillas, ni el viaje, ni lo poco que dormimos, ni la poca vida nocturna, ni el barro, ni la gente de atrás, ni los problemas cotidianos, ni nada, lo único importante es el lazo entre el sonido y nuestra voz. Ese túnel que se crea entre el público y la banda es algo que siempre me motivó a ir a recitales, a ver esa manera de demostrar cuan necesaria es la música en nuestra vida; de decirles aunque sea desde el anonimato, que puedo pasar toda una tarde escuchando sus canciones y que son las culpables de que me desconcentre en el trabajo, en el estudio, o que me acompañan todas las mañanas en el colectivo, o en la ducha, o en la cama.
Un alma totalmente desconocida, se anima a prender una bengala y desatar la fiesta. Miramos extrañados ese espectáculo que hace ya dos largos años no prescenciamos (2 sin bengalas, 4 desde la última bengala en Huracán); nos alegramos, siento esa droga en forma de humo entrar por mis pulmones y sentir que es el mejor momento del año. El Chizzo, primero atina a parar de tocar, por respeto, por la gente, por todos, pero se le nota en los gestos que no está en Argentina y que no puede decir nada. Termina la canción; presentación de por medio, comentario seguido a la bengala, aplausos y sigue la fiesta.




Motoralmaysangre, Almohada de Piedra, El Monstruo que crece, Cualquier Historia, y la lista sigue por casi 2 horas de pura emoción. Estar a metros de la banda y poder gritarles en la cara, es una sensación que no tiene descripción mas que vivirla.
Los gritos de la gente, hizo que el chizzo suba la guitarra que estaba un poco baja y no se escuchaba como tenía que ser.
Buena performance de Manu con su tema "Entre la Niebla" que sonó mejor que la vez pasada y pudimos disfrutar mas de su mensaje. Y de nuevo, lo que nadie esperaba.
Veneno, la balada del diablo y la muerte, cuadrado obviado, la boca del lobo, ruta 40, montaña roja, y el desfile de canciones seguía. Pasadas las 11:30, El chizzo empieza con la misma frase que ya todos conocemos, pero que siempre anhelamos. Se siente en el aire, el viento se prepara para transmitir el final es el donde partí y la canción sugirió lo que todo el mundo quería: Más bengalas. El chizzo se dejó ganar esta vez y no dijo nada, aunque en el fondo se sabe que todos extrañamos ese color, ese humo, esa manera de darle vida a un sentimiento de emoción que recorre en nuestras venas y que sale solo con un puñado de canciones en los recitales, que los hace distintos. No se como definirlo mejor, pero es algo que después de años de no ver, es recordar esos buenos momentos que te marcan para toda la vida. De más está decir que después de lo sucedido, es entendible, aceptable y sostenible la desición de las bandas de rock, pero así como digo esto, digo también que los espectáculos sin bengalas, están incompletos.



Pasada la parte light del recital, todos sabemos que se acerca el final. Nadie lo quiere aceptar, pero sabemos que está ahi. Hacen el famoso popurrí de canciones y nosotros, que ya lo conocemos nos empezamos a poner locos y no paramos de saltar: El Revelde, Blues de Bolivia, Luciendo Mi Saquito Blusero, Negra es mi Alma Negro Mi Corazón, y Panic Show; la frutilla del postre.
Miramos el maldito reloj y sabemos que el final, es inevitable; si, todo lo bueno siempre termina y como si fuera una historia de Disney, sabemos que el final, a la medianoche, está próximo y que nadie quiere tener que despertar de este mundo de fantasía.
Hablando de la Libertad, es una marca registrada de La Renga; para muchos de nosotros es ir a buscarle una verdad al corazón, encontrar mi lado salvaje; esa canción número 11, renga con todas las letras que nos hizo tener un lugar en el refugio de mis sueños, donde no llega nadie; pero saber que es el final, a uno lo deja con un sabor amargo de saber que todo lo bueno siempre, inevitablemente, termina.
La gente se empieza a dispersar y aprovechamos para ir bien adelante, a despedirnos como se debe, aunque sabemos que los vamos a ver dentro de poco, es mucho tiempo. Intentamos en vano tratar de agarrar una pua que nos libre del mal sabor, pero la suerte una vez mas, no está de nuestro lado.
Se prenden las luces y empezamos a recordar los momentos vividos, nos reimos de como nuestras piernas aguantaron el barro pegado casí como un virus. Ahora si, nos encontramos con la gente perdida y salimos disparados a comprar una remera suvenir. Imposible, el presupuesto no da para la remera, quedarán los videos y las fotos de este emocionante recital.
Volvemos al hotel, previa perdida por la ciudad montevidiana pero disfrutando de hablar de música, de los Simpsons, de la gente de Uruguay, de que hacer a la noche, de que hacer el domingo, de la vida, de todo, de nada.
Salimos a vivir la última noche en Montevideo, y mucho no nos cuesta. Ciudad Vieja, siempre dispuesta de alojar a los jóvenes con ganas de divertirse, nos enseña el camino hacia Almodovar. Intentamos saber si el lugar es bueno o no, nos agarra el RRPP de la puerta y nos dice que es el mejor de Uruguay. No nos confiamos ojo, nos quedamos timidamente mirando si entrar o no, pero él, mas vivo que nosotros nos dice que uno de nosotros no pague y eso nos da el empujoncito que faltaba para poder ingresar. Buscamos rapidamente la barra y nos encontramos con que en todo Uruguay, no hay Fernet. Se cayó el cielo. Miramos la hora: 4 AM, esta vez vinimos mas temprano pero no hay que dormirse porque el lugar a las 7, cierra. Pedimos Speed, algo energizante no porque nos falte energía, las ganas siguen intactas, pero el cuerpo empieza a asomar rastros de fatiga muscular que nos tira.
Volvamos al principio. ¿Me tomé el barco correcto? Los Piojos, La nueva luna, rafaga, Amar Azul. No solo me equivoqué de barco, volví en el tiempo! No importa, no voy a dejar que nada interfiera en la última noche de Montevideo. Salida: 6 AM, seguimos con la energia push up del Speed y buscamos un Afterhour (Otra cosa que no se encuentra por Uruguay) y encontramos un lugar que abre de 7 a 10 AM! Un éxito; sin dudarlo nos metemos ahí, aunque parece no haber mucha gente; no importa, nosotros vinimos a divertirnos con amigos y eso haremos.
9 AM, ahora si, desayuno al Hotel y vayamos a dormir, nos quedan seis horas antes de que la carroza -perdón, Buquebus- zarpe de esta isla fantasía hacia Capital Federal.
12 AM, no queda otra que despedirse del Hotel y recorrer la ciudad por última vez hasta que sea hora de irse. La ciudad es tranquila de por si, y un domingo al mediodia, parece Ciudad Fantasma lo que hace que uno tenga menos ganas de irse y mas ganas de sentir esa paz que se siente cuando uno camina y no escucha bocinas, gritos, o gente discutiendo.
El viaje, sin el recital, no hubiera sido viaje; pero el recital sin el viaje, ¿Hubiera sido EL recital?


1 comentarios:

Cielo Violeta. dijo...

Me encantó la descripción, llena de sensaciones. Transmitís cosas, sísísí. Me gustó!

Me gustó mucho "...carroza, perdón, Buquebús"

Qué lindo viaje/recital, qué lindo que la hayas pasado tan bien. :)